YABRÁN ¿ESTÁ VIVO O MUERTO?
A CASI 11 AÑOS DE UN SOSPECHOSO SUICIDIO
A CASI 11 AÑOS DE UN SOSPECHOSO SUICIDIO
El 20 de mayo de 1998, en medio de sospechas sobre su participación en el asesinato del periodista José Luis Cabezas y vigilado de cerca por sus vínculos con las drogas y el lavado de dinero, Alfredo Yabrán apareció muerto de un escopetazo en la cara.
La noticia, que cubrió los titulares de diarios y revistas de todo el mundo, provocó una inevitable conmoción en la opinión pública, que veía al oscuro empresario como un personaje muy poderoso, relacionado a lo más importante del arco político vernáculo.
Por eso, entre la enorme cantidad de interrogantes que quedaron flotando en el aire, el más fuerte de ellos está relacionado con su propia desaparición. Y es que, así como una parte importante de la gente asegura que Yabrán está muerto, otra gran cantidad de personas jura que el empresario postal está vivito y coleando en algún lugar paradisíaco de este mundo.
Ambas hipótesis, que suenan descabelladas según quien las analice, son el motivo de esta nota pero, más allá de tal análisis, no debemos perder de vista que lo realmente importante no tiene que ver con el hecho de si Yabrán está vivo o muerto, sino con la estructura de negocios sucios que dejó tras su desaparición.
No olvidemos que el sospechado empresario postal manejaba una aceitada maquinaria relacionada al tráfico de estupefacientes y su posterior lavado de dinero.
La noticia, que cubrió los titulares de diarios y revistas de todo el mundo, provocó una inevitable conmoción en la opinión pública, que veía al oscuro empresario como un personaje muy poderoso, relacionado a lo más importante del arco político vernáculo.
Por eso, entre la enorme cantidad de interrogantes que quedaron flotando en el aire, el más fuerte de ellos está relacionado con su propia desaparición. Y es que, así como una parte importante de la gente asegura que Yabrán está muerto, otra gran cantidad de personas jura que el empresario postal está vivito y coleando en algún lugar paradisíaco de este mundo.
Ambas hipótesis, que suenan descabelladas según quien las analice, son el motivo de esta nota pero, más allá de tal análisis, no debemos perder de vista que lo realmente importante no tiene que ver con el hecho de si Yabrán está vivo o muerto, sino con la estructura de negocios sucios que dejó tras su desaparición.
No olvidemos que el sospechado empresario postal manejaba una aceitada maquinaria relacionada al tráfico de estupefacientes y su posterior lavado de dinero.
Drogas haciendo historia.
Alfredo Yabrán hizo uno de sus primeros negocios importantes cuando le vendió a YPF computadoras Burroughs. Posiblemente en esa época comenzó su vínculo con el fallecido sindicalista petrolero Diego Ibañez, de quien heredaría, luego de su muerte, parte de su equipo de matones.
Diego Ibañez era un hombre que se jactaba de controlar hasta el menor movimiento del puerto marplatense. Otro sindicalista, Luis Barrionuevo opinó de él: “De todos nosotros, uno sólo hizo plata en serio, plata grande de veras”.
El Gallego Ibañez estaba estrechamente vinculado al general Suárez Mason, quién fue presidente de YPF durante dos años cruciales, en los cuáles se esfumaron de sus arcas alrededor de mil millones de dólares. Buena parte de los negocios que registraron esas pérdidas los hizo YPF con Licio Gelli, Gran maestre de la Logia P-2, en las habitaciones del hotel Excelsior, en Roma, con la activa participación de Ibañez.
Fuentes de inteligencia vincularon repetidamente a Diego Ibañez con el frigorífico Estrella de Mar —ex frigorífico Poletti— donde habría estado asociado con Jorge Antonio Chividian, el fallecido hombre de negocios que fuera el principal financista en el exilio del ex presidente Juan Perón e introductor del joven Monsser al Kassar en el ambiente de negocios de Argentina.
Estrella de Mar estuvo en el centro de la Operación Langostino, el secuestro de unos seiscientos kilos de cocaína envasados entre crustáceos de ese frigorífico, listos para su despacho a Europa.
Cuando el hijo de Diego Ibañez fue secuestrado, Yabrán le acercó dos millones de dólares para pagar el rescate. El secuestro lo había hecho un familiar lejano que se había enterado de que Ibañez había cobrado esa suma, producto de una operación non sancta. Según la historia oficial, el familiar nunca había pensado dejar con vida al muchacho —quien lo habría reconocido— y lo mató con una pala antes de siquiera cobrar un peso.
Un par de años más tarde, el mismo Diego Ibañez encontró la muerte cuando viajaba en auto a Mar del Plata. Curiosamente estaba solo. Nadie puso en duda públicamente que hubiera sido un accidente.
Diego Ibañez era un hombre que se jactaba de controlar hasta el menor movimiento del puerto marplatense. Otro sindicalista, Luis Barrionuevo opinó de él: “De todos nosotros, uno sólo hizo plata en serio, plata grande de veras”.
El Gallego Ibañez estaba estrechamente vinculado al general Suárez Mason, quién fue presidente de YPF durante dos años cruciales, en los cuáles se esfumaron de sus arcas alrededor de mil millones de dólares. Buena parte de los negocios que registraron esas pérdidas los hizo YPF con Licio Gelli, Gran maestre de la Logia P-2, en las habitaciones del hotel Excelsior, en Roma, con la activa participación de Ibañez.
Fuentes de inteligencia vincularon repetidamente a Diego Ibañez con el frigorífico Estrella de Mar —ex frigorífico Poletti— donde habría estado asociado con Jorge Antonio Chividian, el fallecido hombre de negocios que fuera el principal financista en el exilio del ex presidente Juan Perón e introductor del joven Monsser al Kassar en el ambiente de negocios de Argentina.
Estrella de Mar estuvo en el centro de la Operación Langostino, el secuestro de unos seiscientos kilos de cocaína envasados entre crustáceos de ese frigorífico, listos para su despacho a Europa.
Cuando el hijo de Diego Ibañez fue secuestrado, Yabrán le acercó dos millones de dólares para pagar el rescate. El secuestro lo había hecho un familiar lejano que se había enterado de que Ibañez había cobrado esa suma, producto de una operación non sancta. Según la historia oficial, el familiar nunca había pensado dejar con vida al muchacho —quien lo habría reconocido— y lo mató con una pala antes de siquiera cobrar un peso.
Un par de años más tarde, el mismo Diego Ibañez encontró la muerte cuando viajaba en auto a Mar del Plata. Curiosamente estaba solo. Nadie puso en duda públicamente que hubiera sido un accidente.
Primera hipótesis: Yabrán muerto.
Tanto Ibañez como Yabrán formaban parte de una organización internacional que suele cobrar sus deudas en la vida de los hijos de los desleales. Y uno de los puntos más susceptibles en Alfredo Yabrán eran justamente sus herederos. Es por eso posible pensar en la posibilidad de un suicidio inducido. Esta hipótesis, al menos, fue la primera que circuló entre los servicios de inteligencia para intentar explicar la muerte de Yabrán.
¿Estaba amenazado? Sí. El mismo lo admitió antes de morir. Era amenazado y seguido. ¿Quién lo seguía? ¿Las amenazas tenían como objeto sus hijos? Su supuesto sucesor, Héctor Colella, dijo haber recibido de Yabrán un pedido expreso de que se ocupase de su familia cuando apenas faltaban 24 horas para su muerte.
-“Hay una versión de que a Yabrán lo habrían presionado con amenazas a sus hijos...” preguntó a Colella un periodista de Clarín.
-Yo estuve cerca de ellos y no me enteré. Su hija, Melina, fue todos los días normalmente al jardín de infantes donde hace prácticas. Si hubiera pasado algo me lo habrían dicho”, respondió en entrevistado.
¿Cómo había adivinado Colella que la ola de rumores se refería a Melina, por la que Yabrán sentía una adoración y que era su talón de Aquiles?
Pocas horas antes de que Yabrán muriera por su propia mano, el 20 de junio de 1998, el economista Juan Alemann publicó un artículo en el que lo acusaba de ser "testaferro de traficantes, o incluso de participar del negocio".
La posibilidad de que Yabrán se haya suicidado creyendo que de lo contrario sus hijos sufrirían las consecuencias es alta. Para cuando jaló la cola del disparador de su escopeta preferida, todos sus canales con el Poder habían sido bloqueados. Se sentía solo, sabía demasiado y nadie quería que conservase la vida si perdía el poder. Ni siquiera él.
¿Estaba amenazado? Sí. El mismo lo admitió antes de morir. Era amenazado y seguido. ¿Quién lo seguía? ¿Las amenazas tenían como objeto sus hijos? Su supuesto sucesor, Héctor Colella, dijo haber recibido de Yabrán un pedido expreso de que se ocupase de su familia cuando apenas faltaban 24 horas para su muerte.
-“Hay una versión de que a Yabrán lo habrían presionado con amenazas a sus hijos...” preguntó a Colella un periodista de Clarín.
-Yo estuve cerca de ellos y no me enteré. Su hija, Melina, fue todos los días normalmente al jardín de infantes donde hace prácticas. Si hubiera pasado algo me lo habrían dicho”, respondió en entrevistado.
¿Cómo había adivinado Colella que la ola de rumores se refería a Melina, por la que Yabrán sentía una adoración y que era su talón de Aquiles?
Pocas horas antes de que Yabrán muriera por su propia mano, el 20 de junio de 1998, el economista Juan Alemann publicó un artículo en el que lo acusaba de ser "testaferro de traficantes, o incluso de participar del negocio".
La posibilidad de que Yabrán se haya suicidado creyendo que de lo contrario sus hijos sufrirían las consecuencias es alta. Para cuando jaló la cola del disparador de su escopeta preferida, todos sus canales con el Poder habían sido bloqueados. Se sentía solo, sabía demasiado y nadie quería que conservase la vida si perdía el poder. Ni siquiera él.
Segunda Hipótesis: Yabrán vivo
Pocos saben que días antes de su muerte, Yabrán le regaló a su fiel amigo Carlos Galaor “Coco” Mouriño una novela llamada El socio, del escritor John Grisham, basada en la historia de un hombre que finge su propia muerte para escapar de la justicia.
Las similitudes entre el mafioso de la novela —Patrick Lannigan— y Yabrán son realmente asombrosas y cabe preguntarse cuáles fueron los reales motivos que llevaron al empresario postal a obsequiar dicho libro a un hombre tan rústico como es Coco Mouriño.
Reforzando esta hipótesis, en agosto de 1998, un conocido periodista, Leo Gleizer, denunció públicamente que tenía la certeza de que Yabrán estaba escondido en un puerto de Siria llamado Latakia. Según él, una “fuente inobjetable” se lo había asegurado.
Asimismo, en el mismo momento en el que se hacía publica la muerte de Yabrán, se comenzó a hablar en Entre Ríos de la extraña desaparición de un “vagabundo” físicamente parecido al poderoso empresario postal.
Más allá del mito y para el pensamiento lógico, se hace difícil creer que teniendo tanto dinero y alternativas, Yabrán haya optado por suicidarse.
Él sabía que el juez Macchi ordenaría su captura con suficiente antelación gracias a la perspicacia de uno de sus abogados, el ex camarista Guillermo Ledesma, quien lo había llamado para avisarle. "Tenemos todo listo para que se vaya a Siria", le dijo inmediatamente una persona de su confianza.
Yabrán sabía que no iba a poder esconderse por mucho tiempo. Sentía que sus vínculos políticos se evaporaban, la Corte Suprema de Justicia le había dado la espalda, y el FBI se había encargado de presionar sobre las puertas de los despachos oficiales.
Al mismo tiempo, días antes de su desaparición, el jefe del FBI, Louis Freeh había aterrizado en Buenos Aires, oficialmente para hablar de "terrorismo, lavado de dinero y narcotráfico" con Carlos Menem y funcionarios de su gobierno. Pero de manera reservada, había demostrado su interés en Yabrán, a quién consideraba un pez importante en el universo del lavado de dinero proveniente del narcotráfico, el tráfico de armas y otros crímenes.
Según otro sospechado permanente, Eduardo Duhalde, las autoridades norteamericanas seguían con detalle las conexiones oficiales de Yabrán con sectores del poder económico también sospechados de lavar dinero Cuesta creer que, ante la certidumbre de estos movimientos de sus enemigos jurados, Yabrán no haya hecho nada. Y que se haya matado sin acusar a nadie concreto de su desgracia.
Cuesta creer que no haya intentado zafar de algún modo.
Pero lo que más cuesta creer es que el Grupo mafioso que comandaba se haya disuelto en la atmósfera.
Eso sí que no lo cree nadie.
Las similitudes entre el mafioso de la novela —Patrick Lannigan— y Yabrán son realmente asombrosas y cabe preguntarse cuáles fueron los reales motivos que llevaron al empresario postal a obsequiar dicho libro a un hombre tan rústico como es Coco Mouriño.
Reforzando esta hipótesis, en agosto de 1998, un conocido periodista, Leo Gleizer, denunció públicamente que tenía la certeza de que Yabrán estaba escondido en un puerto de Siria llamado Latakia. Según él, una “fuente inobjetable” se lo había asegurado.
Asimismo, en el mismo momento en el que se hacía publica la muerte de Yabrán, se comenzó a hablar en Entre Ríos de la extraña desaparición de un “vagabundo” físicamente parecido al poderoso empresario postal.
Más allá del mito y para el pensamiento lógico, se hace difícil creer que teniendo tanto dinero y alternativas, Yabrán haya optado por suicidarse.
Él sabía que el juez Macchi ordenaría su captura con suficiente antelación gracias a la perspicacia de uno de sus abogados, el ex camarista Guillermo Ledesma, quien lo había llamado para avisarle. "Tenemos todo listo para que se vaya a Siria", le dijo inmediatamente una persona de su confianza.
Yabrán sabía que no iba a poder esconderse por mucho tiempo. Sentía que sus vínculos políticos se evaporaban, la Corte Suprema de Justicia le había dado la espalda, y el FBI se había encargado de presionar sobre las puertas de los despachos oficiales.
Al mismo tiempo, días antes de su desaparición, el jefe del FBI, Louis Freeh había aterrizado en Buenos Aires, oficialmente para hablar de "terrorismo, lavado de dinero y narcotráfico" con Carlos Menem y funcionarios de su gobierno. Pero de manera reservada, había demostrado su interés en Yabrán, a quién consideraba un pez importante en el universo del lavado de dinero proveniente del narcotráfico, el tráfico de armas y otros crímenes.
Según otro sospechado permanente, Eduardo Duhalde, las autoridades norteamericanas seguían con detalle las conexiones oficiales de Yabrán con sectores del poder económico también sospechados de lavar dinero Cuesta creer que, ante la certidumbre de estos movimientos de sus enemigos jurados, Yabrán no haya hecho nada. Y que se haya matado sin acusar a nadie concreto de su desgracia.
Cuesta creer que no haya intentado zafar de algún modo.
Pero lo que más cuesta creer es que el Grupo mafioso que comandaba se haya disuelto en la atmósfera.
Eso sí que no lo cree nadie.
INVESTIGACION ESPECIAL DE CLARIN / PRIMERA PARTE (realizada un año después del supuesto suicidio)
La muerte de Yabrán, un escenario montado hasta en sus últimos detalles
Hoy, en la primera de tres notas, un informe sobre cómo planeó su suicidio
• Lo preparó con 15 días de antelación
• Advirtió a su hijo y a su hermano
• Y habría avisado incluso a la Policía de Entre Ríos
¿Yabrán sigue entre los vivos?
A 10 años de su muerte, sigue rondando la sombra de Yabrán. Nunca se esclarecieron los supuestos vínculos con los negocios de la droga y de las armas.
Los deseos de Alfredo Yabrán de permanecer en el más oscuro anonimato lo sentenciaron como una maldición: el empresario se suicidó el 20 de mayo de 1998 cuando iba a ser arrestado por el crimen del fotógrafo que logró mostrarlo en la tapa de una revista y ahora, a 10 años de esa muerte aún resistida, su sombra sigue rondando los misterios del poder y los negocios argentinos. Nunca se logró esclarecer sus vinculaciones con la mafia del oro, el tráfico de armas o sus negocios con la droga; y hasta en tren de armar hipótesis, los investigadores del escándalo por la valija que trajo en agosto pasado el venezolano Guido Antonini Wilson barajaron redes entre los residuos de Yabrán y el expediente que salpica las relaciones con Caracas y con Washington.
Pero las dudas sólo dejaron más dudas, y muchas de ellas no tomaron forma de imputación en la Justicia. Sólo se sumaron a la lluvia de sospechas que supo cosechar Yabrán y su misterio.
La única acusación formal que tuvo Yabrán lo llevó a pegarse un tiro con una escopeta dentro del baño de la estancia San Ignacio, de Gualeguaychú, en la tarde del 20 de mayo del 1998. Fue después de cinco días de estar prófugo, cuando la Policía cruzó la tranquera para arrestarlo como presunto instigador del crimen del fotógrafo José Luis Cabezas.
Hasta en su muerte sembró el misterio: se disparó un tiro en la boca con una perdigonada de escopeta, que le desfiguró la cara. Pero, además, el propio empresario quiso dar fe de su muerte con cartas de suicidio en las que, en una nueva forma de secreto a develar, designó a su sucesor con iniciales: H.C. Era Héctor Colella, el heredero de sus bienes y en quien muchos creyeron ver a un testaferro de sus propiedades.
Así, Yabrán no hizo más que reforzar la convicción popular de que su desaparición había sido un montaje para escapar impune y seguir viviendo en las sombras.
“Don Alfredo” tenía 53 años y era uno de los hombres más poderosos de la Argentina: sus empresas alcanzaban el transporte de correspondencia (OCA) y caudales, a los aeropuertos, documentos de identidad, depósitos fiscales aduaneros y free shops.
Aunque EEUU lo vigilaba desde 1991 con recelo, al sospechar de eventuales vínculos con el narcotráfico, fue recién el 23 de agosto de 1995 cuando Domingo Cavallo -ex ministro de Economía del menemismo-, denuncio en el Congreso que había mafias enquistadas en el poder cuando se analizaba la privatización del Correo.
Ese nombre recién tomó cuerpo el 3 de marzo de 1996 en la revista “Noticias”: el empresario caminaba por las playas de Pinamar junto a su esposa, pero Cabezas había conseguido retratar la imagen del hombre que había dicho “sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente”.
En la madrugada del 25 de enero de 1997, Cabezas salió de trabajar en la fiesta que el empresario postal Oscar Andreani, competidor de Yabrán, había dado en Pinamar. Un grupo de delincuentes: “Los Horneros”, lo golpeó brutalmente y lo secuestró.?Con la zona liberada por la policía de Pinamar, se lo llevaron esposado hasta una cava de General Madariaga donde lo fusilaron y lo calcinaron dentro de un auto.
Para los allegados de Cabezas, Yabrán aparecía como el principal sospechoso, mientras el empresario se movía con plasticidad en el poder. Sus vínculos parecían alcanzar a todas las áreas del Estado.
A cinco meses del crimen y días después de declarar ante la Justicia de Dolores, Alfredo Yabrán entró a la Casa Rosada para ser recibido por los hombres de Carlos Menem, mientras los investigadores de la Policía Bonaerense detectaban, con el Excalibur, los llamados del empresario a los funcionarios del Gobierno.
Al compás de la declarada guerra entre Menem y el entonces gobernador Eduardo Duhalde -que siempre pensó que le habían tirado a él el cadáver de Cabezas porque los asesinos pasaron muy cerca de su casa-, la Justicia de Dolores fue encontrando a los sospechosos: Los Horneros, el ex policía Gustavo Prellezo y sus hombres, y el custodio de Yabrán, Gregorio Ríos.
Pero fue la confesión de la esposa de Prellezo, la también policía Silvia Belawsky, la que enterró la suerte del empresario telepostal al contar una revelación de su pareja. “¿Vos querés saber la verdad? Yabrán está detrás de todo esto; a Cabezas lo mataron porque Yabrán se molestaba por las fotos y las persecuciones que Cabezas le hacía. Yabrán está detrás de todo esto, Ríos y yo trabajamos para él”, le habría dicho Prellezo.
Esas palabras terminaron de convencer al juez de Dolores, José Luis Macchi, que pidió a la Justicia sentarlo en el banquillo junto a los otros acusados por el homicidio de Cabezas. Hoy, sólo Prellezo sigue en la cárcel.
Pero las dudas sólo dejaron más dudas, y muchas de ellas no tomaron forma de imputación en la Justicia. Sólo se sumaron a la lluvia de sospechas que supo cosechar Yabrán y su misterio.
La única acusación formal que tuvo Yabrán lo llevó a pegarse un tiro con una escopeta dentro del baño de la estancia San Ignacio, de Gualeguaychú, en la tarde del 20 de mayo del 1998. Fue después de cinco días de estar prófugo, cuando la Policía cruzó la tranquera para arrestarlo como presunto instigador del crimen del fotógrafo José Luis Cabezas.
Hasta en su muerte sembró el misterio: se disparó un tiro en la boca con una perdigonada de escopeta, que le desfiguró la cara. Pero, además, el propio empresario quiso dar fe de su muerte con cartas de suicidio en las que, en una nueva forma de secreto a develar, designó a su sucesor con iniciales: H.C. Era Héctor Colella, el heredero de sus bienes y en quien muchos creyeron ver a un testaferro de sus propiedades.
Así, Yabrán no hizo más que reforzar la convicción popular de que su desaparición había sido un montaje para escapar impune y seguir viviendo en las sombras.
“Don Alfredo” tenía 53 años y era uno de los hombres más poderosos de la Argentina: sus empresas alcanzaban el transporte de correspondencia (OCA) y caudales, a los aeropuertos, documentos de identidad, depósitos fiscales aduaneros y free shops.
Aunque EEUU lo vigilaba desde 1991 con recelo, al sospechar de eventuales vínculos con el narcotráfico, fue recién el 23 de agosto de 1995 cuando Domingo Cavallo -ex ministro de Economía del menemismo-, denuncio en el Congreso que había mafias enquistadas en el poder cuando se analizaba la privatización del Correo.
Ese nombre recién tomó cuerpo el 3 de marzo de 1996 en la revista “Noticias”: el empresario caminaba por las playas de Pinamar junto a su esposa, pero Cabezas había conseguido retratar la imagen del hombre que había dicho “sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente”.
En la madrugada del 25 de enero de 1997, Cabezas salió de trabajar en la fiesta que el empresario postal Oscar Andreani, competidor de Yabrán, había dado en Pinamar. Un grupo de delincuentes: “Los Horneros”, lo golpeó brutalmente y lo secuestró.?Con la zona liberada por la policía de Pinamar, se lo llevaron esposado hasta una cava de General Madariaga donde lo fusilaron y lo calcinaron dentro de un auto.
Para los allegados de Cabezas, Yabrán aparecía como el principal sospechoso, mientras el empresario se movía con plasticidad en el poder. Sus vínculos parecían alcanzar a todas las áreas del Estado.
A cinco meses del crimen y días después de declarar ante la Justicia de Dolores, Alfredo Yabrán entró a la Casa Rosada para ser recibido por los hombres de Carlos Menem, mientras los investigadores de la Policía Bonaerense detectaban, con el Excalibur, los llamados del empresario a los funcionarios del Gobierno.
Al compás de la declarada guerra entre Menem y el entonces gobernador Eduardo Duhalde -que siempre pensó que le habían tirado a él el cadáver de Cabezas porque los asesinos pasaron muy cerca de su casa-, la Justicia de Dolores fue encontrando a los sospechosos: Los Horneros, el ex policía Gustavo Prellezo y sus hombres, y el custodio de Yabrán, Gregorio Ríos.
Pero fue la confesión de la esposa de Prellezo, la también policía Silvia Belawsky, la que enterró la suerte del empresario telepostal al contar una revelación de su pareja. “¿Vos querés saber la verdad? Yabrán está detrás de todo esto; a Cabezas lo mataron porque Yabrán se molestaba por las fotos y las persecuciones que Cabezas le hacía. Yabrán está detrás de todo esto, Ríos y yo trabajamos para él”, le habría dicho Prellezo.
Esas palabras terminaron de convencer al juez de Dolores, José Luis Macchi, que pidió a la Justicia sentarlo en el banquillo junto a los otros acusados por el homicidio de Cabezas. Hoy, sólo Prellezo sigue en la cárcel.
Rastros? Y que mas?
Con el rostro irreconocible por la deflagración, el cuerpo del empresario Alfredo Yabrán apareció, diez años atrás, en el baño de la estancia San Ignacio, situada a unos 30 kilómetros de Gualeguaychú, el 20 de mayo de 1998 en horas del mediodía. Acusado de ser instigador del crimen del reportero gráfico José Luis Cabezas y prófugo de la Justicia, se había quitado la vida de un escopetazo en la boca.
El hecho convirtió a Yabrán en uno de los muertos más controvertidos de todo el país. Como si en vida no le hubiesen alcanzado los cuestionamientos, aún hoy su fantasma siembra duda.
La noticia de su muerte generó una ola de sospechas acerca de la veracidad y comenzó a rodar en la sociedad la hipótesis de que se trataba de un suicidio fraguado.
Si bien el expediente 7814 del Juzgado de Instrucción Nº 2 de Gualeguaychú certifica su deceso, son muchos los argentinos que aún hoy creen que el empresario Alfredo Yabrán está vivo.
Quienes sostienen esta idea se resisten a aceptar que uno de los hombres más poderosos del país matado de un escopetazo. Pero ni siquiera los resultados del examen genético hicieron menguar las dudas, especulaciones y sospechas de un posible suicidio inventado
Incluso los padres de José Luis Cabezas -Norma y José- muchas veces dejaron entrever sus dudas acerca de la veracidad de la muerte del empresario postal.
Las encuestas divulgadas en 1998 concordaban en afirmar que más del 50 por ciento de la población creía que el empresario postal estaba vivo y apenas el 10 por ciento estaba convencido de su suicidio, tal como demostraron contundentes pruebas de investigaciones judiciales y periodísticas.
Sin embargo, los expertos argumentaron que era imposible la operación por la compleja red de cómplices necesarios para poder realizar ese montaje macabro . Además de necesitar un "muerto" de contextura similar a Yabrán, hubiera sido necesaria la complicidad de los tres médicos forenses que realizaron la autopsia en la morgue entrerriana, de los peritos calígrafos que analizaron las cuatro cartas que dejó el empresario y de los científicos que participaron del estudio de ADN.
El hecho convirtió a Yabrán en uno de los muertos más controvertidos de todo el país. Como si en vida no le hubiesen alcanzado los cuestionamientos, aún hoy su fantasma siembra duda.
La noticia de su muerte generó una ola de sospechas acerca de la veracidad y comenzó a rodar en la sociedad la hipótesis de que se trataba de un suicidio fraguado.
Si bien el expediente 7814 del Juzgado de Instrucción Nº 2 de Gualeguaychú certifica su deceso, son muchos los argentinos que aún hoy creen que el empresario Alfredo Yabrán está vivo.
Quienes sostienen esta idea se resisten a aceptar que uno de los hombres más poderosos del país matado de un escopetazo. Pero ni siquiera los resultados del examen genético hicieron menguar las dudas, especulaciones y sospechas de un posible suicidio inventado
Incluso los padres de José Luis Cabezas -Norma y José- muchas veces dejaron entrever sus dudas acerca de la veracidad de la muerte del empresario postal.
Las encuestas divulgadas en 1998 concordaban en afirmar que más del 50 por ciento de la población creía que el empresario postal estaba vivo y apenas el 10 por ciento estaba convencido de su suicidio, tal como demostraron contundentes pruebas de investigaciones judiciales y periodísticas.
Sin embargo, los expertos argumentaron que era imposible la operación por la compleja red de cómplices necesarios para poder realizar ese montaje macabro . Además de necesitar un "muerto" de contextura similar a Yabrán, hubiera sido necesaria la complicidad de los tres médicos forenses que realizaron la autopsia en la morgue entrerriana, de los peritos calígrafos que analizaron las cuatro cartas que dejó el empresario y de los científicos que participaron del estudio de ADN.
En ese entonces, la hipótesis del suicidio fraguado cobraba fuerza en el propio corazón de Entre Ríos, en donde se comenzó a hablar de la extraña desaparición de un "vagabundo" físicamente parecido al poderoso empresario postal.
¿Sería realmente Yabrán el hombre encontrado en el baño de una estancia de Entre Ríos, con su cara totalmente irreconocible? Las dudas que se sucedieron en el país inmediatamente después del anuncio de su muerte se mantienen intactas a una década del desenlace fatal.
La mayoría de la población todavía se resiste a pensar que era el mismísimo Yabrán quien había aparecido muerto, con su cara desfigurada, en una estancia entrerriana. Es que no faltan argumentos para descreer que el empresario todopoderoso, multimillonario y omnipresente, haya decidido quitarse la vida.
Pero lo cierto es que a diez años de su muerte, de Yabrán sólo queda "vivo" su polémico fantasma. ¿Su cadáver está enterrado en el exclusivo cementerio Parque de Pilar, o en realidad el empresario se encuentra "vivito y coleando" en alguna isla desolada?
¿Sería realmente Yabrán el hombre encontrado en el baño de una estancia de Entre Ríos, con su cara totalmente irreconocible? Las dudas que se sucedieron en el país inmediatamente después del anuncio de su muerte se mantienen intactas a una década del desenlace fatal.
La mayoría de la población todavía se resiste a pensar que era el mismísimo Yabrán quien había aparecido muerto, con su cara desfigurada, en una estancia entrerriana. Es que no faltan argumentos para descreer que el empresario todopoderoso, multimillonario y omnipresente, haya decidido quitarse la vida.
Pero lo cierto es que a diez años de su muerte, de Yabrán sólo queda "vivo" su polémico fantasma. ¿Su cadáver está enterrado en el exclusivo cementerio Parque de Pilar, o en realidad el empresario se encuentra "vivito y coleando" en alguna isla desolada?
Fuente:
http://www.periodicotribuna.com.ar/
Wikipedia (Enciclopedia libre)
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